Acoso al moroso

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Crecen las irregularidades en el tratamiento de los deudores, que, en ocasiones, como le ocurre a Gabriel Blanco, padecen las consecuencias de entrar en un fichero de morosos.

Gabriel Blanco está pasando una mala racha. Y todo por haber sido incluido en un fichero de morosos. El estrés de los últimos meses le ha dejado media cara paralizada. Como consecuencia de la parálisis, está de baja desde agosto, no puede trabajar. El Instituto de la Vivienda de Madrid le ha propuesto que se quede con la vivienda que viene alquilando desde hace años por unos 35.000 euros, un precio que considera interesante, pero no puede comprarla: el banco no le concede la hipoteca porque está en un fichero de morosos.

A pesar de haber llegado a un acuerdo para devolver su deuda en los próximos años, la presencia en el fichero le impide acceder a cualquier tipo de crédito. Todas las puertas se le cierran, es un apestado para el sistema financiero. Y tiene que soportar cuatro llamadas al día de una empresa de recobro que le espeta frases del tipo: “Le vamos a estar molestando las veces que consideremos oportunas mientras tenga usted la deuda”.

Blanco ya está cansado: “Soy víctima del acoso y la chulería de los bancos”, dice en el salón de su vivienda, en Fuenlabrada, a las afueras de Madrid. “Esto me está generando mucho estrés y mucha angustia”.

La morosidad crece con la crisis. Y los ficheros de morosos engordan. Las principales empresas que gestionan estos ficheros en España se resisten a dar cifras; según una fuente del sector, por no crear una alarma social injustificada. En 2009 había 2,7 millones de morosos en ficheros. “La cifra ha aumentado de forma significativa en los últimos años”, confiesa esta fuente...

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