Morosos públicos
Pagar lo que compramos es algo que a todos nos han enseñado desde pequeños aunque algunos no quieran aprenderlo. Desde las chucherías hasta la hipoteca de la casa. La economía de cualquier persona, familia o empresa se rige por esa regla básica y, muchas veces, inmisericorde con los más desfavorecidos.
Que se lo digan a los desahuciados. Al que no paga la sociedad siempre le ha puesto la cara colorada. Ser moroso ha sido uno de los mayores estigmas que te podían caer encima; o bien porque el banco te metía en uno de esos listados de los que cuesta más borrarte que de tu compañía de móvil o bien porque el cobrador del frac te aparecía en la puerta para atragantarte el desayuno. Pero como en todo en la vida, siempre hay excepciones. Las administraciones públicas son los morosos mejor blindados de todo el planeta. Representan el bien general y en esa abstracción terminan siendo prácticamente intocables. Siempre es inquietante un sistema donde las leyes rigen para todos menos para el propio legislador.
El empresario que tiene a una administración como cliente moroso ya sabe que se va a comer un marrón de verdad y que le toca echarle al asunto más paciencia que el santo Job. Algunos te dicen por lo bajini que nadie se atreve tampoco a plantear un contencioso-administrativo contra una institución no sea que te pongan en la lista negra y no te adjudiquen más contratos públicos. El caso es que en Málaga los poderes públicos llegaron a adeudar en 2011 a empresas de Málaga más de 400 millones de euros por obras y servicios realizado. El Plan de Pago a Proveedores, una de las mejores iniciativas aprobadas por este Gobierno, subsanó gran parte de los débitos. Quedó sin embargo, una tajada importante: unos 150 millones de euros correspondientes a trabajos no facturados a la Junta de Andalucía que no pudieron acogerse al citado plan. Lejos de arreglarse, la cifra va engordando (ya anda por los 165 millones, según la patronal ACP) debido a las obras no pagadas del Plan OLA para el arreglo de colegios y es un torpedo a la línea de flotación de un sector, el de la construcción, que lleva ya cinco años de sudorosa travesía en el desierto...
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